Sus brazos, rodeándome, daban la mayor estabilidad a mi cuerpo, su barbilla apoyada en mi cabeza me impedía ver el gesto de su cara. Mientras se acercaba, sus suspiros chocaban en mis carrillos creando un vaho imaginario que iba debilitando e enrojeciendo mi fría piel, mientras que sus ojos, clavados en mí, cada vez más cerca, tenían como objetivo disminuir la distancia entre nuestros labios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario